A Warren Buffett no le gusta alejarse de su vieja casa de Omaha. A sus 78 años, el multimillonario estadunidense prefiere dar “sus golpes” en la bolsa desde su ciudad natal, en Nebraska, en el oeste de Estados Unidos. La técnica es siempre la misma. En la hora siguiente, el “papi” de las finanzas, ídolo de Wall Street, da sus explicaciones por teléfono a las cadenas de televisión, ABC, Bloomberg y sobre todo CNBC. Desde hace algunas semanas, sus telefonazos se han convertido en casi cotidianos. La Bolsa de Nueva York se hundió, el índice Dow Jones perdió 30% en un año, los negociantes se alarman... mientras que Warren Buffett compra. “A mí me gusta mucho gastar mi dinero, y cuando más baratas las acciones, mejor”, explicó en la cadena CNBC el 1 de octubre.
En un mes, Warren Buffett gastó la bagatela de 12.7 mil millones de dólares: 5 mil millones para comprar una pequeña parte de Goldman Sachs, el banco de negocios neoyorquino, 3 mil millones para adquirir una parte del conglomerado estadunidense General Electric, y 4.7 mil millones invertidos en la eléctrica Constellation Energy, en las mismas narices y para fastidiar a EDF. Para él, una acción es un poco como una hamburguesa. ¡Las adora! Y cuando los precios bajan, las tiene de reserva.
Hasta aquí, esta táctica le ha dado muchos resultados. Con una fortuna de 62 mil millones de dólares, él es el hombre más rico del mundo. Según el informe anual de 2007, el valor de sus fondos, Berkshire Hathaway, ganó 400 mil 863% desde su creación, hace 43 años.
Warren Buffett atravesó todas las crisis. ¿La burbuja internet? Él no había puesto un solo dólar en los valores “punto com”. No entiende nada de las nuevas tecnologías. En mayo de 2001, durante la asamblea general de su fondo, lanzó, sarcástico: “Nosotros nos metimos de lleno en el siglo XXI invirtiendo en los sectores de vanguardia, como el ladrillo, las alfombras, los aislantes y la pintura.” Su divisa: “Invertir en un negocio que incluso un imbécil podría dirigir, ya que un día un imbécil lo hará.”
Ni qué decir que no le entró a las subprimes, los créditos sofisticados (o “basura”) que están en el origen de la crisis financiera más violenta de los últimos 80 años. El multimillonario prefiere invertir en empresas menos “inmateriales” como Coca-Cola, las camisetas de Fruit of the Loom o las rasuradoras Gillette. “Le hace creer a todo el mundo que es muy elemental, pero él invierte en realidad en sociedades tan complejas como las aseguradoras”, corrige Joshua Shanker, analista del fondo Berkshire Hathaway. “Los negocios de Coca-Cola no son para nada más simples que eso. Él trabajo mucho, lee, lee, lee….”
Pero eso poco importa. En Estados Unidos, todo el mundo quiere creer en la leyenda, “en el buen sentido campechano”, del hombre de negocios, en su lado infalible. En Goldman Sachs, su inversión fue casi percibida como un don del cielo. Desde hace algunas semanas, los bancos de Wall Street caen unos tras otros. En Goldman Sachs, los golden boys también se espantaron. Pero cuando Warren Buffett se atrevió a meter dinero en su banco, se sintieron aliviados. Para ellos como para toda la Unión Americana, esto significa que el establecimiento va a salir a flote merced al plan Paulson. Y si antes de la crisis Buffett era admirado, hoy es un ícono.
“No sólo es brillante como pocos, inteligente, sino que además es íntegro”, considera Peter Kennen, profesor en la universidad de Columbia. Warren Buffett no es un multimillonario como los otros. Regularmente él lanza sus peroratas contra los salarios exorbitantes de los patronos y promueve un sistema fiscal más igualitario. En EU, algunos piensan incluso que él solo podría sacar al país de esta crisis inverosímil. Durante su último debate televisado, el 7 de octubre, los candidatos a la Casa Blanca, Barack Obama y John McCain, ambos dejaron entender que podrían elegirlo al cargo de secretario del Tesoro. Una opción sorprendente de parte de John McCain: Warren Buffett es de las pocas personalidades de Nebraska en apoyar a Barack Obama.
Buffett está focalizado en el tema desde que era pequeño. Hijo de un agente de bolsa afectado por la crisis de 1929 y de una madre profesora, la leyenda dice que el pequeño Warren revendía a sus compañeros las gomas de mascar compradas en la tienda de abarrotes familiar. A sus 10 años, la fibra se acentuó después de un viaje a Wall Street: comenzó a leer “Mil maneras de ganar mil dólares”. A los 15 años, invirtió sus primeros ahorros en una tierra agrícola. A los 24 años, se hizo contratar en una sociedad de gestión de portafolios. Y a los 26 regresó a Omaha para montar su fondo de inversión y realizar su sueño: volverse multimillonario antes de los 35 años. Desde entonces, Warren Buffett ha cumplido con creces su objetivo.
Buffett vive en una gran casa burguesa con su vieja ama de llaves, Astrid Menks, desde la muerte de su esposa Susan, en 2004. Con ella, “le gustaba mucho ir al restorán Gorat’s y comer sus helados Dairy Queens”, cuenta Fahey.
Para el alcalde de Omaha, Buffett “es una persona extraordinaria que tiene una vida ordinaria”.
El hombre más rico del mundo, con sus ropas mal entalladas, sus gruesos anteojos y sus tirantes de otro tiempo, conduce solo su viejo Lincoln, con la matrícula “Thrifty”, para decir “económico”. Económico, él lo ha sido cada vez más. Sobre todo desde que decidió donar lo principal de su fortuna (85%) a asociaciones de beneficencia, en particular a la de su amigo Bill Gates, puesto que Buffett, que tiene tres hijos, también tiene un principio: “Una persona muy rica debe dejar suficiente dinero a sus hijos para que ellos hagan lo que quieran, pero no tanto como para que ellos no hagan nada.”